Ciudad de México. (De las redes sociales). El hartazgo de amplios sectores de la población ante la violencia, y en particular por el asesinato del presidente municipal Carlos Manzo, se ha visto amplificado por el deficiente manejo de la crisis y su comunicación pública, carente de empatía, coordinación y estrategia en los órdenes federal y estatal.
Esta indignación social podría intensificarse tras la represión policial durante la manifestación de este domingo en Morelia y la detención de varios jóvenes. Es importante subrayar algunos elementos observados durante la irrupción de manifestantes en el inmueble del Gobierno del Estado de Michoacán: aunque en la marcha participaban algunos encapuchados, la mayoría de las personas que ingresaron al Palacio eran jóvenes sin cubrirse el rostro, visiblemente indignados y con una fuerte carga emocional.
El escenario era previsible, sobre todo después del repudio que se manifestó durante la visita del gobernador al sepelio y del llamado ciudadano a movilizarse en la capital. Resulta evidente la falta de inteligencia institucional del gobierno estatal: no hubo presencia policial suficiente para realizar una contención mínima preventiva, ni se implementaron estrategias de contención pasiva. Por el contrario, se optó por una respuesta tardía, torpe y desproporcionada justo cuando los ánimos se encontraban extremadamente tensos. No hubo preparación ni lectura adecuada del escenario: están viendo y no ven.
Todos estos factores configuran un contexto con alto potencial de escalamiento hacia un conflicto social en las calles, que podría extenderse más allá del espacio digital, hacia diversas ciudades y con niveles variables de agresividad.
Conviene mantener una observación constante de las narrativas, los acontecimientos y las movilizaciones que pudieran derivar en violencia. Es fundamental planificar medidas de resguardo que sean pasivas y no confrontadoras, orientadas a proteger tanto a la población indignada como a los bienes públicos y privados.
Finalmente, la protección civil debe fortalecer sus capacidades de diálogo y negociación, con diversos actores, en contextos hostiles, siguiendo estrategias que prioricen el cuidado y la seguridad de su personal. Se debe actuar con respeto, sensibilidad y tolerancia para no ser objeto de agresiones y mantener siempre claro que nuestro papel, incluso en escenarios de crisis, es proteger a la población con inteligencia.



