Por Pegaso
Aquí, en este espacio, siempre he defendido el derecho que tenemos todos de ser o sentirnos como se nos pegue nuestra regalada gana, siempre y cuando no afectemos a terceros.
O expresado en una frase al estilo Pegaso: “La totalidad de los individuos cuentan con la posibilidad de transformar su entidad física en una cometa” (Todos pueden hacer de su cuerpo un papalote).
Digo lo anterior porque desde Gringolandia se impulsa una agresiva política antiwoke, misma que afecta cada vez más a un número mayor de personas alrededor del mundo.
Y la punta de flecha es ese milloneta desquiciado que se cree Tony Stark, llamado Elon Musk.
Elon, que por tener un hijo transformer le agarró un odio tremendo a todo lo que se conoce como diversidad sexual, identidad de género, grupos LGBTT+ y movimientos progresistas, pretende que se censure la programación de la plataforma de streaming Netflix porque según él, promueve entre los niños la Agenda Woke.
La palabra Woke, que se ha vuelto muy popular en los debates políticos del país de los pelos de elote, significa “despierto”, y es una referencia a la lucha de las minorías que buscan avanzar en sus derechos.
En especial, la lucha del archimilloneta de ascendencia sudafricana se centra en una serie de dibujos animados llamada “Dead End: Paranormal Park”, que en español significa: “El Fin de la Muerte: Parque Paranormal”.
La serie trata de dos adolescentes, empleados de un parque temático conde ocurren fenómenos sobrenaturales. Barney es transgénero y se acompaña de su amiga Norma y un perro de raza pug, quienes buscan evitar un apocalipsis paranormal.
En respuesta a la popularización del programa, marcado para niños de 7 años en adelante, Musk aventó una campaña para vetar a Netflix, expresando que programas de ese tipo son como un Caballo de Troya para los menores de edad, a fin de inculcarlos y aleccionarlos para que adopten desde tan tierna edad la Agenda Woke.
Es necesario decir que la Agenda Woke forma parte, desde hace más de una década, de la todavía más amplia Agenda 2030.
Ese plan, encabezado a nivel mundial por el magnate George Soros, plantea la necesidad de reducir la población mundial, muy al estilo del economista y demógrafo británico del Siglo XVIII, Thomas Maltus, quien decía que cada 50 años la cantidad de personas en el mundo se duplica y se le tiene que dar una rasuradita.
¿Y cómo la reducimos? Con pandemias, catástrofes naturales inducidas y, sí, con la promoción de movimientos como LGBTT+ y ultrafeministas, ya que sabemos que hombre con hombre y mujer con mujer no se pueden reproducir.
Y aún así, quiero decirles que la población mundial sigue creciendo a pasos agigantados. Actualmente ya sobrepasamos los 8,500 millones de seres humanos en el planeta Tierra y nos falta poco para pegarle a los 10 mil.
Tan solo los chinos y los hindús representan más de la tercera parte de los habitantes del planeta, y cogen como conejos desesperados.
Total: Desde el Gobierno de Gringolandia, apoyada por el ricachón propietario de Tesla, se impulsa una muy agresiva campaña antiwoke.
Mi posición personal es que debe respetarse la libertad de expresión, pero también es necesario identificar y evitar el adoctrinamiento, cuando este afecta la vida de muchos millones de niños.
No sé si Elon Musk lea esta columna, pero si no, a ver si hay alguien que se la haga llegar hasta su cuartel general de Space X.
Termino mi colaboración de hoy con la frase al estilo Pegaso, cortesía de el tío de El Hombre Araña, Ben Parker: “Una extraordinaria potestad involucra un relevante compromiso”. (Un gran poder implica una gran responsabilidad).