Al Vuelo-Viejón

Al Vuelo-Viejón

Por Pegaso

Oficialmente, ya soy un viejón.

Se les dice de esa manera a los chavorrucos que ya rondan los 65 y más, pero que han sido muy maltratados por la vida y ya se les nota en el cuerpo y rostro.

En La India, la edad de una persona se mide por la inclinación de su cuerpo. Si camina muy jorobado, ya está viejo, si lo hace erguido, es considerado joven, sin tomar en cuenta la edad biológica.

Aquí no. En México y occidente la apariencia es lo que cuenta. Si te ven con algunas canas en las sienes, patas de gallo y arrugas gravitacionales, ya diste el viejazo.

Te empiezan a rechinar las rodillas, batallas para agacharte, te falla la vista, vienen enfermedades crónicas como la diabetes y todo es ir para abajo.

Por eso mismo el ejercicio debe ser parte de la vida de una persona. Al menos eso ayuda a retrasar un poco los síntomas de la senectud.

Ya van varias veces que en los semáforos se acerca un limpiaparabrisas y me dice: “Le limpio los vidrios, viejón”, y como que ya me lo estoy creyendo.

Generalmente, durante los primeros cuarenta o cincuenta años de vida nos sentimos plenos. Si somos precavidos, vamos un rato al gimnasio y nos alimentamos bien.

En la segunda fase de nuestra vida empiezan a aparecer los achaques y ya nada es igual. Es biología pura.

El cuerpo humano es como una máquina. Se va desgastando. Está programado para producir determinada cantidad de hormonas y de otras sustancias que regulan las funciones orgánicas. Cuando nuestra reserva se agota, vienen los padecimientos seniles.

Hay quienes no aparentan el paso de los años. Estaba viendo un artículo de Internet sobre el protagonista de la película Karate Kid (The Karate Kid, por su título en inglés. Estranada en 1984. Director: John G. Avidsen. Protagonistas: Ralph Macchio, Noriyuki “Pat” Morita, Elisabeth Shue, William Zabka y Randee Heller), donde parece que éste no ha envejecido.

Parte del secreto de verse chavo a edad avanzada es mantener la cabellera.

Por genética, a algunos se nos cae más pronto y otros parece que traen chuchuluco, pero es su pelo natural, como el citado artista.

Mi amigo Derly Rivas, al ver una foto de mi perfil, me comparaba con El señor Miyagi, porque ya se me ve la lona, pero él no canta mal las rancheras, porque también tiene cabeza de rodilla. Dicen que ya se le traslucen las ideas y además, es una cabeza muy brillante.

Sea como sea, ya llegué a los 63 y ahí la llevo.

Dentro de poco tiempo me van a decir “la canica”, porque ya voy a estar cerca del hoyo. Y a los que vienen detrás, no se les olvide que la juventud es la única enfermedad que se cura con el paso de los años.

Viene a continuación una sabrosa colección de chistes de viejitos:

1.- Una ancianita le dice a otra: Con los años mi marido se ha convertido en una fiera en la cama.

-¿Te hace el amor salvajemente?

-No. Todas las noches se orina en la cama para marcar el territorio.

2.- Una mujer de 25 años que se casó con un señor de 75 le cuenta a una amiga: Es tan caballero, tan gentil, me trae flores, me regala chocolates, me lleva al cine y me compra toda la ropa que quiero.

-¿Y en la cama?-le pregunta la amiga.

-¡Ahhh! Ahí hacemos el tratamiento.

-¿Qué tratamiento?

-Él trata y yo miento.

3.- El médico le dice al veterano paciente: Describa su vida sexual en dos palabras.

-¿Mi qué?-responde el senil.

4.- Estaban platicando dos viejecitos en la plaza Hidalgo y uno le pregunta al otro: Oye, Carloch, ¿Cómo cuántoch añoch tienech?

El otro le contesta: Tengo ochenta y pico.

-¡Ahhh! Puech yo tengo noventa y ya no pico.

5.- Dice un ancianito a uno de sus nietos: ¡Qué aburridos son ahora los programas de televisión!

Y le contesta el párvulo: Abuelito, esa no es la tele. Lo que estás viendo es el microondas.

Viene el refrán estilo Pegaso: “A la senectud, morbilidad propia de la infancia”. (A la vejez, viruela).

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