Por Pegaso
El mexicano es tan cabrón, pero tan cabrón, que hasta bromea, adora y le canta a los espíritus chocarreros, a las brujas, a los diablos y hasta a la misma muerte.
Para empezar, tenemos las mexicanísimas cartas de la lotería tradicional, donde vemos precisamente al Diablito y a la Huesuda como partes importantes de la baraja.
Decimos: “¡Ya nos chupó la bruja!”, cuando nos sucede algún imprevisto que tiene consecuencias nocivas e irreversibles.
En la película Macario (Macario, por su nombre original. Estrenada en 1960. Director: Roberto Gavaldón. Protagonistas: Ignacio López Tarso, Pina Pellicer, Enrique Lucero, Mario Alberto Rodríguez y José Gálvez), un humilde peón, agobiado por las penurias de la pobreza, sueña con comerse él solo un pavo.
Su abnegada esposa roba un guajolote de un corral y lo prepara para cumplirle su sueño.
Macario se lleva el ave al monte, donde tiene experiencias sobrenaturales con El Diablo, con Dios y con La Muerte. Todos ellos le piden que les comparta algo del suculento pavo, pero a los dos primeros los rechaza. Solo a la muerte le convida, porque es la única que es pareja y no hace distingos al momento de llevarse a alguien.
La muerte le concede el poder de curar a los enfermos y empieza a hacer fortuna, hasta que le llevan al hijo del Virrey a quien la muerte tiene destinado llevarse, y no puede hacer nada para sanarlo.
A final de cuentas, la muerte también se lo lleva a él, sin embargo, el final de la película es inesperado, porque da a entender que todo se trató de un sueño.
Pero México le canta también a los espectros. “La Llorona” es una canción tehuana de corte melancólico, donde el intérprete busca refugio en los brazos ni más ni menos, que del tétrico personaje inspirado en la leyenda de una mujer que dejó morir a sus vástagos y ahora deambula por las calles gritando: “¡Ay, mis hijooooosss!”
¡Ay, de mí! Llorona, Llorona,
Llorona, llévame al río.
Tápame con tu rebozo, Llorona,
porque me muero de frío.
Los mexicanos hacemos altares a la Santa Muerte (bueno, no todos, solo los malandros) y en cada plaza o recoveco se coloca su imagen y se le llevan flores.
Nuestra relación con el mundo de lo sobrenatural es atávico y milenario. Ya desde los aztecas se pedía la protección de Coatlicue, diosa de la fertilidad y la muerte.
En la película El Ahijado de la Muerte (El Ahijado de la Muerte, por su título original. Inspirada en el cuento homónimo de Los Hermanos Grimm. Estrenada en 1946. Director: Norman Foster. Protagonistas: Jorge Negrete, Rita Conde, Leopoldo Ortín, Emma Roldán y Tito Junco), se retrata muy bien esa relación tóxica.
Y en la actualidad, el tema de lo desconocido sigue presente. Recientemente vi un video donde usuarios de las redes sociales captaron luces extrañas en el Cerro de la Estrella y concluyeron que se trataba de brujas.
En realidad pudieron haber sido personas que estaban acampando y prendieron alguna hoguera, pero la imaginación del mexicano es tan exacerbada que inmediatamente se inclina hacia lo mágico y lo extraordinario.
Y viene el refrán estilo Pegaso: “¡Tal es mi ideosincracia! ¿Y cual es la problemática? (¡Así soy! ¿Y qué?)