Por Pegaso
Gobernar es un arte y a la vez, una carga muy pesada, porque afecta la vida de muchísimas personas.
Como decía el tío del Hombre Araña cuando lo mató un ladrón: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y es cierto. El que gobierna debe dar el ejemplo a sus gobernados. Debe ser recto en todo, limpio, honesto, trabajador y generoso.
Por desgracia, no existe el gobernante perfecto por los siguientes motivos:
1.- El pobre no puede gobernar. Al tener tanto poder en un lapso de tiempo muy corto se vuelve loco, como aquel viejillo que decía que solo traía 200 pesos en su cartera. Tener a su disposición dinero ajeno lo corrompe. A mediano o largo plazo, pasará lo que se describe en la fábula de Orson Welles llamada “Rebelión en la Granja”. El pobre empezará a gozar de la riqueza y de pronto se convertirá en un nuevo rico.
2.- Los ricos no pueden gobernar. Ya saben lo que es el poder que da el dinero, pero ignoran las necesidades de sus conciudadanos. Encerrados en su burbuja de abundancia, difícilmente harán lo que el pueblo requiere para lograr la felicidad.
3.- Los de la clase media no pueden gobernar. Tampoco los clasemedieros son candidatos idóneos para ostentar puestos de gobernanza. Han alcanzado una zona de confort y aunque no gozan de tantos satisfactores como los ricos, prefieren permanecer en su nicho antes que arriesgarse.
Entonces, ¿quiénes son los que deben gobernar?
Los filósofos, por supuesto.
Pero como los filósofos estamos más interesados en el conocimiento y la sabiduría que en otras cuestiones, rechazamos el ejercicio de la política y el gobierno.
Sócrates, por mediación de su discípulo Platón, hace una narrativa en el libro de éste último llamado La República sobre las condiciones que debe reunir un gobierno ideal.
Plantea, como dije arriba, que los únicos capacitados para gobernar son los filósofos, pero a estos no les interesan los honores, ni las canonjías ni los reconocimientos.
Dice Sócrates, y de este pensamiento se desprenden algunos de los dogmas de la fe católica, que el individuo está compuesto por cuerpo y alma.
El alma, al ser de naturaleza incorrompible y divina, le corresponde mandar y al cuerpo, que se corrompe y descompone, le toca obedecer.
De esta manera, el filósofo desprecia el poder, la riqueza y los honores, y se concentra en lo más importante de la vida, que es el conocimiento.
Entonces, ¿quién debe gobernar?
En realidad, no lo sé. Por eso se organizan elecciones. Al que le toque la rifa del tigre tendrá que sentarse en la silla y ejecutar las órdenes que le dicta el pueblo.
Para mí resultaría muy difícil, porque a nadie le vas a dar gusto. Que si unos zapatos, que si una masacre, que si un pinchurriento robo en SEGALMEX, que si contubernios con el crimen organizado… No hay forma de tener contentos a todos.
Es un castigo y una penitencia ser gobernante.
Nada hay de cierto con que los que gobiernan se dan la gran vida. Es todo lo contrario. Están sujetos a las leyes y deben responder por cualquier situación que se aparte un pelo de ellas.
Aún después de salir del gobierno, pueden ser objeto de escrutinio de organismos de control e incluso, de la propia ciudadanía.
Todavía hasta hace un segundo, como decía “El Maromero” Carlos Ibarra, se recuerdan las atrocidades de Gustavo Díaz Ordaz, y hay una iniciativa en la vecina población que lleva su nombre para cambiar su denominación.
Si algún día algún partido político o el propio pueblo de México me pide que sea candidato a la Presidencia de la República tendré que decirle que no. Que lean a Platón y sepan que a nosotros, los filósofos, nos vale Wilson el poder.
Termino mi colaboración con el refrán estilo Pegaso: “Mayor conocimiento posee el demonio por añoso que por demonio”. (Más sabe el diablo por viejo que por diablo).