Por Pegaso
Hoy, hace 63 años, en la ciudad de Mexicalpan de las Tunas vino al mundo su servilleta, el siempre igualado pero jamás imitado Pegasiux de Petatiux.
Lo bueno, lo bueno es que ya falta poco para recibir mi pensionsota de 6,200 devaluados pesos bimestrales, o lo que es lo mismo, 3,100 por mes o 100 diarios. Entonces sí, iré a La Chingada a besarle los juanetes al viejillo bolsas miadas de ALMO, mejor conocido como #YSQ o El Rorro de Macuspana.
Pero ese es otro tema.
La verdad es que parece que fue ayer cuando mi familia se trasladó de la capirucha hasta Catemaco, Veracruz, y de ahí, de regreso, para luego emprender la aventura que nos traería directo a este terruño.
Regularizado como reynosense, pasaba los lejanos días de mi infancia entre la escuela y los juegos típicos de aquellos tiempos: Trompo, yoyo, balero, changay, tirabolas, futbol a la orilla del río y muchas otras actividades físicas y lúdicas.
No había Internet, teléfonos celulares o redes sociales que nos distrajeran, así que teníamos que ingeniárnoslas para pasar los días sin aburrirnos.
Transcurrieron los años, y en 1982, hace 43, me inicié en el apasionante, fascinante y sorprendente mundo del periodismo. Desde entonces estoy aquí, informando sobre el acontecer diario a un público ávido de sangr…, perdón, de noticias.
Hemos pasado por todo, desde broncas entre caciques, hasta accidentadas jornadas electorales, inundaciones, huracanes, incendios y pandemias.
Pero los mayores retos vienen ahora: Un México a punto de convertirse en la práctica al socialismo, con todo lo que trae consigo, un presidente gringo que está más loco que una cabra y la amenaza de una Tercera Guerra Mundial.
No es algo para estar muy optimistas.
Pero bueno, el mundo seguirá rodando y aquí seguiremos, como siempre, al pie del cañón.
Y para que vean que estoy de excelente humor, viene un chistorete que le escuché a mi sobrino El Potro, y dice así: Iba un crucero rodeando las costas de África, cuando de repente chocó con una roca y se hundió en el mar. Nadie se salvó, todos murieron. Bueno, el único que sobrevivió fue un perrito faldero de raza pekinés. Y ahí iba nadando por el mar, buscando tierra firme.
Observó unas palmeras a lo lejos y hacia allá se dirigió. Llegó a la playa con alivio y se secó el agua como todos los perritos, sacudiéndose vigorosamente. De pronto, escuchó a lo lejos un rugido y luego vio aparecer a una imponente pantera. “¡Ay de mi!-pensó para sus adentros, como Ulises cuando llegó a las playas de su querida Ítaca, después de padecer innumerables infortunios en el ponto. Yo he visto esos animales en Discovery Channel y sé que se comen a cualquier animal que encuentren. ¿Qué haré? ¿Qué haré?
En eso, encontró un hueso tirado y lo tomó entre sus patas diciendo en voz alta para que lo escucharla la pantera: “¡Mmmmm! ¡Qué rica pantera me estoy comiendo!
La pantera, como es natural, se espantó al ver y escuchar aquello y salió despavorida rumbo a la selva. Pasó por donde estaba un chango y éste le preguntó: “¿Qué te pasa? ¿Por qué vienes así?”
La pantera le contó lo que había visto y el chango le respondió: “Por lo que me dices, ha de ser un perrillo faldero. Yo los conozco muy bien y sé que no comen panteras”
-Pe-pe-pero él lo dijo. Y tenía un hueso en las patas-dijo el felino.
-Mira-replicó el chango. Vamos y te lo mostraré. Y además, podrás comértelo de un bocado.
Se subió el chango al lomo de la pantera y esta retomó valor. Rugiendo a todo pulmón, llegaron a donde estaba el chucho quien al verlos, pensó: “Ahora sí ya me cargó el payaso. ¿Qué hago ahora? ¡Piensa, piensa! ¡Ahhhh, ya sé!”
Se puso en actitud dubitativa y dijo en voz alta: “¿Dónde estará ese pinche chango? Hace un rato que le encargué otra pantera y no me la ha traído”. ¡Plop!
Y el refrán estilo Pegaso dice así: “¿Añosos? ¡Los pequeños accidentes orográficos!” (¿Viejos? ¡Los cerros!)
