Al Vuelo-Censura

Al Vuelo-Censura

Por Pegaso

Ciudad de México, a tantos de tantos de dos mil y tantos

Señora Presidenta Claudia Shikitibum:
Me dirijo a usted para hacer algunas precisiones en torno al mensaje que dio esta mañana en su mañanera acerca de los narcocorridos y todo lo que sea apología a la violencia en general y a la violencia de género en su modalidad de misoginia:
“Nos referimos a las canciones pero también a las series de televisión, a todo lo que se ha construido a partir de la apología del narcotráfico, como si acercarse a un grupo delictivo de la delincuencia organizada fuera una opción de vida para los jóvenes. Nosotros lo que tenemos que hacer es ir construyendo una conciencia colectiva de que no es una opción de vida para los jóvenes y que no tiene que hacerse apología de un grupo delictivo que se dedica a la venta de droga o a otra acción ilegal y que se vincula con la violencia. Se discute esto que antes no se discutía, no se ponía sobre la mesa. Era algo normalizado, entonces, no prohibimos un género musical, pues eso sería absurdo, lo que estamos planteando es que las letras no lo hagan”-apuntó.
Y aquí es donde yo me pregunto: ¿Qué narcocorrido que se precie de serlo deja de hablar de algún personaje siniestro ligado al tráfico de drogas?
Por definición ¡eso es un narcocorrido!
“No prohibimos los narcocorridos, lo que estamos planteando es que las letras no lo hagan”. Es como pedir una papa asada sin papa, un chile en nogada sin chile, un huevo con chorizo sin chorizo.
Además, el género es del gusto absoluto de la gran mayoría de los mexicanos. Los bailan los niños, los cantan los adultos, los disfrutan los jóvenes. En su reducida mente, el delincuente se convierte en un héroe al que hay que respetar y tomar como ejemplo.
Si a un niño de cinco año de alguna colonia baja de México le preguntan qué quiere ser de grande, ya no va a decir “doctor”, o “piloto”, o “ingeniero”. Va a decir: “Sicario”.
No se vaya tan lejos. En una encuesta que hicieron estudiantes de Criminología de la Unidad Académica Reynosa Aztlán de la UAT, aquí, en Reynosa, se preguntó a niños de entre 11 y 12 años de edad, de quinto y sexto año de escuelas primarias qué tipo de música preferían: Niñas y niños señalaron al Komander. Luego les preguntaron qué tipo de vehículo querían tener cuando sean grandes, y muchos prefirieron las Tahoe que utilizan los delincuentes de su barrio.
Cuando les mostraron diferentes tipos de armas de fuego, prefirieron la “cuerno de chivo” antes que las pistolas.
Entonces, ¿semos o no semos un narcopueblo?
Fíjese bien en el video donde se muestra el palenque destrozado. La furia de los asistentes, que por lo que se ve, son de clase media y media alta, porque el costo del boleto en un palenque no está al alcance de la indiada.
Por otro lado, en los conciertos de figuras del mal llamado “regional mexicano” donde se tocan y cantan los narcocorridos, los corridos tumbados y las canciones beliconas, los auditorios, parques y centros de entretenimiento se llenan hasta las manitas. No cabe un alfiler.
Eso es una evidencia concreta de que algo anda mal, que la subcultura del narco ha logrado permear hasta las más profundas células en la sociedad mexicana.
Aunque se piense que es un fenómeno reciente, todo empezó en la época revolucionaria, con el surgimiento del género llamado “corrido”.
Un corrido es una historia que se cuenta sobre un personaje. Los hay heroicos, pero también hay delincuentes.
Pancho Villa no era una perita en dulce, sino que pasó de ser un bandido y salteador de caminos a ser una especie de guerrillero que poco a poco cobró fama porque era muy carismático y practicaba la generosidad selectiva.
Más adelantito tenemos corridos como el de Chucho “El Roto”, un bandido generoso que quitaba a los ricos para dar a los pobres, exactamente como lo hacía Robin Hood en Inglaterra, siglos antes.
Más acá, en la década de los sesenta y setenta, se popularizaron sobre todo en la frontera norte del país los corridos que hacían apología de pistoleros y contrabandistas.
No tardó mucho tiempo antes de que los narcotraficantes les quitaran el espacio y desde entonces, el género ha evolucionado a pasos agigantados, haciendo uso de las nuevas tecnologías que permiten elaborar ritmos, cadencias y sonidos que enajenan la mente de quien los escucha.
Lo he dicho: Ese tipo de música es como una droga y cuando por alguna razón se les priva de ella, reaccionan violentamente como seguramente usted ya lo vio en el palenque de la Feria del Caballo, en Tlaxcala.
Presidenta Shikitibum: Es posible que no lea esta columna-epístola, pero espero que algún Secretario de Estado, de los muchos que sí me leen pueda mostrársela en su despacho de Palacio Nacional y le diga: “Mire, señora Presidenta, lo que dice Pegaso sobre los narcocorridos”.
Y así, usted podría realmente hacer algo útil prohibiendo esa música infernal y liberando a millones de personas que están bajo las malas influencias de la narcocultura, que les llegó poco a poco y sin sentirlo, subliminalmente.
Me despido encarecidamente y quedo de Usted como su Atento y Seguro Servidor.
Pegaso

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