Por Pegaso
La envidia, ese sentimiento tan peligroso pero tan común en la sociedad actual es también escasamente comprendido.
Solo sabemos que nos envidian cuando empezamos a tener éxito en la vida y lo evidenciamos en nuestra vestimenta, en nuestros bienes y hasta en nuestra actitud.
Existe, sin embargo, una delgada línea que divide lo que es sano de lo que es insano en materia de presunción, y es ahí donde, particularmente, estoy en desacuerdo con muchas personas que pecan de inmodestia, vanagloria, alarde, altanería y arrogancia.
De ahí surge la envidia más letal y corrosiva que, incluso, puede llegar a generar tragedias.
En la película Django Desencadenado (Django Unchained, por su título original en inglés. Estrenada en 2012. Director: Quentin Tarantino. Protagonistas: Jamie Foxx, Christopher Waltz, Leonardo DiCaprio, Kerry Washington y Samuel L. Jackson), el mayordomo negro llamado Stephen Candie, se dirige al hacendado y le dice: -¿Ha visto, amo? Ese negro tiene un caballo.
El hacendado le responde: -¿Y tú quieres un caballo, Stephen?
A lo que el mayordomo contesta: -Pero, ¿yo para qué quiero un caballo? Yo lo que quiero es que él no lo tenga.
Esa postura de querer que los demás no tengan lo que uno no tiene ya se conoce como Síndrome de Stephen Candie.
Hay envidiosos que solo se contentan con anhelar los bienes ajenos pero existen bichos muy peligrosos.
Como aquellos que describen Los Dos Carnales en su canción denominada precisamente “El Envidioso”.
La letra dice así:
Y es que el envidioso es más peligroso y no por su persona
según son amigos, pero por la espalda nunca te perdonan.
Yo sigo en lo mío y no los ocupo ni pa’ carcajadas.
Acuérdense que Quico envidiaba al Chavo y no tenía nada.
Efectivamente. En los capítulos de El Chavo del Ocho vemos cómo el cachetón llega al punto de la envidia cuando El Chavo trae un balero elaborado con un palo, un cordón y un bote. Inmediatamente va a su casa y saca uno de verdad, con colores vivos y se pone a presumir su juguete.
El Chavo siempre tenía hambre, vestía ropa andrajosa y vivía en un barril, sin embargo, puede observarse que, en promedio, tenía un mayor índice de felicidad que Quico, sin importar el nivel socioeconómico.
Ahora que, ya pensándolo un poco mejor, yo considero que Los Dos Carnales no se refieren precisamente a los personajes de Chespirito cuando los ponen de ejemplo, sino a personas de su entorno.
En el submundo del crimen, como el que describen en su canción, las envidias y traiciones son cosa de todos los días, y ahí sí hay que cuidarse la espalda porque se trata de una cuestión de vida o muerte.
En la vida diaria, sin embargo, la envidia puede ser hasta positiva, porque nos da motivos para salir adelante y dejar atrás nuestra zona de confort.
Si vemos que a alguien le está yendo bien, en lugar de que nos consuma el dañino Síndrome de Stephen, hay que ver la forma en que también nosotros podemos superarnos.
Lo malo es que hay cada espécimen vano y presuntuoso…
Viene el refrán estilo Pegaso: “¡Procedamos a disminuirnos…!” (¡Vámonos haciendo menos…!)