Por Pegaso
Somos crueles y egoístas por naturaleza.
Nos impulsan los contrarios. Nuestra dicotomía cerebral nos controla. Hablamos y actuamos en función de los contrarios, por ejemplo, alto y bajo, seco y mojado, caliente y frío, feo y hermoso. No hay términos medios. O si los hay, son anodinos, pasan casi desapercibidos.
Lo he dicho en colaboraciones anteriores: En lo que respecta a las redes sociales, que es donde mejor se reflejan nuestros traumas infantiles, si eres muy guapo/a o muy feo/a o raro/a, triunfas porque triunfas.
Y me quiero referir al caso de un enanito que se ha vuelto muy popular al participar en un bodrio que se llama “La Casa de los Famosos”.
La verdad es que solo he visto algunas cuantas fotografías, pero sé por qué es tan popular en los medios digitales: Su baja estatura, sus bigotazos, su flequillo a lo Peso Pluma, su trajecito hecho a la medida, sus lentes de fondo de botella, todo lo hace candidato a ser objeto de atención por su aspecto.
Eso me recuerda a aquel jovenzuelo rechonchito y desorientado que se creía mañoso, llamado “El Pirata de Mazatlán”, mismo que se puso a ofender a un peligrosísimo jefe de un cártel y pagó las consecuencias.
¿Saben cuánto le pagan a Abelito solo por andar paseándose y echando chorcha en el citado programa? Solo 100 mil devaluados pesos por semana.
Un trabajador común y corriente tendría que sobarse el lomo durante cuatro o cinco meses para ganar lo que gana el chaparrín.
Abel Sáenz, nacido en Zacatecas, puede causar ternura, o lástima, o lo que sea, pero gracias a eso ha obtenido fama y algo de riqueza.
Así que, teniendo comodidad económica, ¿qué importa lo demás? ¡Que se rían, que me critiquen por mi baja estatura y por mi aspecto! Mientras tenga mis lujitos, lo demás me vale Wilson.
Las revistas del corazón destacan su carisma y espontaneidad como sus principales características. Es como un niño bigotón.
Aunque recientemente salió una nota en la página web criteriohidalgo.com donde se le asocia con otros artistas e influencers que hacen apología del delito, como Natanael Cano y Gabito Ballesteros.
Abelito tiene más de 5.5 millones de seguidores en Tik Tok y 1.3 millones en Instagram, cosa de la que muy pocos influencers pueden jactarse.
Empezó a animar fiestas allá, en su pueblo natal, pero su vida cambió radicalmente cuando descubrió su potencial en las redes sociales.
Para que se den un quemón mis dos o tres lectores del impacto que ha tenido no solo en redes, sino también en los medios convencionales el tal Abelito, he aquí un comentario de un diario capitalino: “Pues con la novedad mis estimados lectores, que el impacto de Abelito en la televisión mexicana, particularmente en “La Casa de los Famosos México”, ha sido significativo. Su carisma y autenticidad han resonado con la audiencia, generando un gran revuelo en redes sociales y convirtiéndolo en uno de los favoritos del público. Su historia, desde sus inicios en Tik Tok hasta su participación en realities como “Tentados por la Fortuna”, muestra una trayectoria de superación y conexión con sus raíces zacatecanas”.
Así pues, si no eres muy raro o muy guapo, ni te metas en las redes sociales.
Eso me recuerda al caso también muy reciente del llamado “Hombre más Hermoso de México”, el cual tuvo que renunciar a ese honroso título, ya que en realidad está más feyoyo que “La Gilbertona” por tanto tunearse la cara. Y los usuarios de las redes sociales no tuvieron piedad de él.
Yo por eso no soy influencer.
Mejor nos vamos con el refrán estilo Pegaso que dice así: “¡Que perezcan los poco agraciados!” (¡Que se mueran los feos!)