Por Pegaso
En un video que circula en Facebook se puede ver la llegada de un grupo de sujetos armados hasta los dientes, con camionetas suburban blancas, sin logotipos oficiales, en céntricas avenidas de Matamoros y una voz femenina relatando su presencia en ese lugar.
Yo me dije: ¡Ah, chingao! ¿Ya se anuncian así, tan abiertamente?
Pero nada. Era “La Felona del Corrido” relatando en primera persona el inicio del rodaje de su nueva superproducción cinematográfica cuyo tema central será, por supuesto, el crimen organizado y la violencia.
¿Cuántas veces no se ha discutido en los últimos días el tema de la apología del delito?
No solo mediante narcocorridos y corridos belicones se ensalza a los violentadores de la ley, sino también mediante películas chafas que se exhiben en plataformas de Internet.
Asombra la gran cantidad de visitas que dichas películas pueden tener. Se cuentan por millones, y las ganancias pueden ser estratosféricas. De ahí la proliferación de empresas productoras de ese tipo de contenido.
A la fecha, parece que las propuestas para prohibir, o cuando menos, reglamentar la producción de narcocorridos y narcopelículas están estancadas, porque el narcopueblo no quiere que le quiten el derecho de escuchar lo que les gusta, lo que les embota los sentidos, lo que les sube la adrenalina y les hace sentirse Juan Camaney.
Por eso mismo han surgido propuestas, por ejemplo, que las presentaciones de artistas que tocan esos temas se hagan en salones privados, no en público, para que el que quiera oírlos lo haga sin molestar a los demás.
De las películas, hasta ahora no hay problema, porque se suben a una plataforma de paga.
¡Pero vaya susto que nos sacan cuando al estar filmando, quienes no saben de qué se trata, ven a un grupo de sujetos y sujetas mal encarados, en la calle, portando pavorosas “cuernos de chivo”!
Es por eso que en el Senado, un representante del Partido Verde propuso que toda esa música, películas y demás contenido violento traigan etiquetas, como las Sabritas.
Algo así como: “ADVERTENCIA: El contenido de esta película/corrido puede provocar actitudes violentas e irracionales. Se recomienda precaución. Evite que lo escuchen los niños. Coma frutas y verduras”.
Pero para mí que eso no serviría de nada. Ahí tienen los cigarros, con fotografías bien explícitas en las cajetillas donde se ven unos pulmones destrozados a causa de la nicotina, cuerpos amputados y órganos internos ennegrecidos.
Lo que deben hacer los senadores y diputados es impulsar reformas de ley para que se les clasifique como drogas, porque eso es lo que son. Tienen el mismo efecto que la cocaína o la metanfetamina y también pueden llegar a ser muy adictivos.
Por el contrario, desde hace mucho tiempo hay quienes consideran terapéutica a la música relajada y tranquila.
En la película “La Naranja Mecánica” (A Clockwork Orange, por su título original en inglés. Estrenada en 1971. Director: Stanley Kubrick. Protagonistas: Malcolm McDowell, Patrick Magee, ADrienne Corri y Miriam Karlin), el Pequeño Alex, un joven sociópata, jefe de una pandilla londinense es sometido a un novedoso tratamiento de lavado de coco llamado “Técnica Ludovico”, que consiste en obligar al paciente a ver escenas edílicas y escuchar música celestial por horas, mientras está firmemente sujeto a una silla y con los ojos abiertos con un artilugio mecánico.
No es por darles ideas a los del Verde Ecologista, pero ahí está la “Técnica Ludovico” para revertir los efectos nocivos de toda esa espantosa música que ha permeado todos los estratos de la sociedad.
Viene el refrán estilo Pegasiux: “Analgésicos colinas, aves canoras, ofidios moteados”. (Calmantes montes, pájaros cantantes, alicantes pintos).