Por Pegaso
El pinche osito Bimbo, el gansito Marinela, el tigre Toño, el mamilas de Chester Cheetos y el payaso Ricolino ya pueden irse a chiflar a su maúser. Ya no serán bien recibidos en las cooperativas escolares, por contener altas cantidades de azúcar, sal y aditivos.
El Gobierno Federal ya decretó que no se van a vender en las tienditas escolares todos esos alimentos chatarra super calóricos que hacen engordar a nuestros engendros.
Los van a sustituir otros productos con un poquito de menos azúcares, como el “chocolate del bienestar”.
De esa manera, pronto tendremos en las cooperativas no solo ese nutritivos producto, sino también las “Sabritas del bienestar”, con menos harina, los “Sabritones del bienestar”, con menor cantidad de aditivos y las “coca colas del bienestar”, con menos fructuosa.
Todo eso, para beneficio de la salud de los estudiantes.
Actualmente México ocupa el primero o segundo lugar en obesidad infantil. Basta ver en cualquier tienda de conveniencia o changarro de la calle la gran cantidad de comida chatarra que venden.
Los procesados son los más atractivos y aditivos para los peques, porque vienen empaquetados en vistosas bolsitas multicolores, con tiernas mascotas que los miran con sus grandes ojos, mostrando la lengua para acentuar el antojo en su subconsciente.
La decisión que tomó el Gobierno Federal de erradicar ese tipo de alimentos de las escuelas, es plausible, lo que no lo es que quieran sustituirlos por otros con “menos” azúcar, grasas y aditivos, pero que son igualmente peligrosos.
Hay que recordar las épocas aquellas en que los padres tenían el tiempo de preparar una rica torta de huevito, de frijoles o de jamón.
Las envolvían cuidadosamente, antes de irnos a la escuela y sacarla de la mochila en el recreo era el momento más esperado.
No había nada de smarphones, ni Tik Tok ni Spotify. Todo era correr en el patio, jugar con los cuates y divertirnos como enanos.
Había quien quería ligar con una compañerita de su salón y le compartía la mitad de su torta, como “Ñoño” con “La Popis” en el popular programa “El Chavo del Ocho” (El Chavo del Ocho, por su título original. Programa de comedia que inició sus transmisiones en 1971 y terminó en 1980. Dirección: Roberto Gómez Bolaños. Protagonistas: Roberto Gómez Bolaños como “El Chavo”, Carlos Villagrán como “Kiko”, Ramón Valdez como “Don Ramón”, Florinda Meza como “Doña Florinda” y “La Popis”, Rubén Aguirre como “El profesor Jirafales”, Edgar Vivar como “El señor Barriga” y “Ñoño”, María Antonieta De las Nieves como “La Chilindrina” y Angelines Fernández como “La Bruja del 71”).
Qué bueno sería que volvieran aquellos tiempos. No digo que los estudiantes de hoy prescindan de la tecnología, pero muchas veces es vivificante regresar a lo básico, dejar a un lado toda la parafernalia de las redes sociales para concentrarnos en las verdaderas relaciones personales tete a tete.
En cierta ocasión, a la directora de una escuela secundaria se le ocurrió que sería buena idea mostrar a los alumnos lo que eran los juegos tradicionales mexicanos: El trompo, el balero, las canicas, la cuerda y el yo-yo.
Tenía una caja de madera en cuyo interior se encontraban todas aquellas maravillas que no necesitaban ni electricidad, ni instructivos ni configuraciones.
Uno de los jovencitos se acercó, tomó un trompo con franjas de color verde y morado, y empezó a examinarlo detenidamente, viendo acá y acullá, a lo largo de su superficie.
Miró la cabeza, la panza y la punta, una y otra vez, hasta que la maestra se acercó y le preguntó por qué hacía eso.
Y la respuesta del chamaco la dejó sorprendida: “Estoy buscando el botón de encendido, profe”.
Pero volviendo al tema de la comida chatarra, la prohibición representará una importante merma en los ingresos de las grandes empresas que se encargan de producir los gansitos, los cheetos, los chicharrones, las paletas y demás alimentos hipercalóricos.
Ojalá no empiecen a presionar para regresar su basura a las cooperativas, sino que se pongan bien las pilas y mejor elaboren productos más saludables, tipo “golosinas del Bienestar”.
Y el refrán estilo Pegaso dice así: “En primer término mis piezas dentales, posteriormente mis consanguíneos”. (Primero mis dientes y luego mis parientes).