Por Pegaso
Seguramente me ganaré la animadversión de una buena parte de los lectores por este artículo que estoy a punto de escribir, pero lo que sí les aseguro es que diré algunas verdades que llegarán a molestar a más de uno.
Quien no guste de leer verdades, por favor, sáltese hasta donde dice: “Todos son unos pen…”
Empezamos.
Todavía unos días antes de la manifestación de hoy, había en la página del organizador, un tal Carmudio Evangelio Liz, 5 mil 100 personas que dijeron que iban a asistir y había 17 mil interesadas en participar.
Según algunos cálculos, apenas fueron 500.
Pero yo les doy el beneficio de la duda. Digamos que fueron mil.
Según mis locas teorías, cuando tú convocas a algo en las redes sociales, de cada cien que dicen que irán, solo va el 20%. Eso está comprobadito. Es matemática pura.
Mil es el 20% de 5 mil. Saquen la calculadora.
Pienso que los convocantes no tuvieron en cuenta el pequeño detalle de la “abulia digital”, donde nuestros contactos dicen primero estar interesados y a final de cuentas, nos dejan colgados, como seguramente ocurrió en esta ocasión.
Quiero decirles que no se trató de un movimiento de conciencias, sino de algo mucho más burdo y grosero.
Si no lograron nada esta vez, lo que quizás sí habría ocurrido si se juntaran los 5 mil o los 17 mil, difícilmente podrá seguir adelante. Las aguas se calmarán y las inconformidades quedarán ahí, como decía Milton Azuara antes de que lo sacaran de a aguilita, “como un grito en el desierto”.
Es poco probable que en un corto período de tiempo pueda haber una nueva catástrofe ambiental, como la que tuvimos, para echarle la culpa a la autoridad.
Debieron aprovecharla y llevar a una multitud que atiborrara las calles y la plaza.
Hubo de tocho, morocho, menos damnificados. Líderes de colectivos que ya se han manifestado anteriormente y le saben al tema, como “Amor por los Desaparecidos” y un grupo de animalistas; también hicieron acto de presencia una nube de influencers que se dieron gusto exacerbando el ánimo de la ya de por sí enardecida turba.
Muchos de esos influencers, he de decir, fueron contratados hace poco más de un año para difundir actividades del Municipio, pero al no dar los resultados apetecidos, sus servicios dejaron de ser requeridos. Como consecuencia, ahora descargan un odio insano hacia todo lo que se mueva en la Presidencia Municipal.
Sí. Las tormentas destaparon una serie de deficiencias que aún tiene Reynosa, como el hecho de que durante muchos, muchos años se permitieron los asentamientos en zonas inundables.
También mucha de la responsabilidad la tiene la propia gente, que arroja basura en todas partes, y no existe una cultura de responsabilidad civil.
De esa manera, cuando ocurre la tragedia es cuando queremos hacer culpable a alguien más y obviamos nuestra propia responsabilidad.
Todos son unos pendientes que tocará resolver a las autoridades. De los tres niveles de gobierno, claro.
Viene el refrán estilo Pegasiux: “Realiza el beneficio sin observar al destinatario”. (Haz el bien sin mirar a quien).