Por Pegaso
Año 1995. Un grupo de mercenarios encabezados por Travis Dane, un lunático adicto a las computadoras y ciberterrorista que antes había trabajado para la CIA, secuestró un tren que iba cruzando las Montañas Rocosas, en los Estados Unidos.
Mediante el uso de un complejo programa informático, logró controlar un satélite militar llamado Grazer, el cual está equipado con una novedosa arma a base de infrasonido.
Dane contactó al alto mando del Departamento de Defensa para informarles que tenía el control del Grazer, y para demostrarlo, accionó el arma y lo dirigió hacia una fábrica localizada en territorio chino, para que vieran que hablaba en serio.
Acto seguido, pidió le entregaran un billón de dólares y amenazó con destruir el reactor nuclear que se encuentra bajo El Pentágono si no cumplían sus indicaciones.
El Departamento de Defensa mandó dos aviones furtivos Lockheed F-117 Nighthawk para destruir el tren, sin embargo, el Grazer los derribó en pleno vuelo.
De pronto, el agente de las Fuerzas Especiales Casey Ryback, quien iba a bordo, empezó a matar terroristas y a tratar de eliminar la amenaza.
Finalmente se enfrentó con el jefe de los mercenarios y lo venció en un duelo con cuchillos. Acto seguido se deshizo del ciberdelincuente Travis Dane y los altos mandos festejaron ruidosamente la victoria.
Bueno, ese es el argumento central de la película Alerta Máxima 2 (Under siege 2: Dark Territory, por su título original en inglés. Año de estreno: 1995. Director: Geoff Murphy. Protagonistas: Steven Seagal, Eric Bogosian, Katherine Heigl, Morris Chesstnut y Everett McGill), pero ahí está la tecnología. Desde hace mucho tiempo el Gobierno de Gringolandia ha trabajado con ese tipo de armas, sumamente poderosas y precisas. La película Alerta Máxima 2 no manejó el tema como si se tratara de ciencia ficción, sino como una realidad palpable.
El miércoles 30 por la madrugada, en un punto de la península de Kamchadka, Rusia, un sismo de categoría 8.8 sacudió la tierra e hizo erupcionar un gigantesco volcán ubicado a varios cientos de kilómetros del epicentro.
Algunos sitios de Internet dijeron que no había sido un fenómeno natural, sino que la magnitud y el lugar habían sido minuciosamente calculados.
Un arma como la que se describe en la película bien puede ser utilizada para crear terremotos, como el de Kamchadka.
Durante décadas se ha hablado también de un proyecto denominado HAARP para generar eventos climáticos extremos, pero no se ha comprobado y forma parte de lo que se conoce como “teorías de la conspiración”.
No es la primera vez que la industria cinematográfica de Hollywood actúa como un oráculo que nos adelanta cosas que hasta años después llegamos a conocer.
En otra película llamada El Protector (Eraser, por su nombre original en inglés. Estrenada en 1996. Director: Chuck Russell. Protagonistas: Arnold Schwarzenegger, James Caan, Vanessa Williams y James Coburn), se muestra un arma experimental de la marina gringa llamado “cañón de riel” o “fusil de riel”.
En uno de los diálogos entre los protagonistas, se asegura que la Marina tiene años desarrollando esa tecnología.
Sin embargo, al menos en la película, hay un contratista que decide reducir de tamaño el fusil de riel y venderlo a grupos criminales internacionales, lo cual desataría una nueva era de terror a nivel mundial.
¿Qué, entonces, con el arma de ultrasonido? ¿Pudo provocar el sismo de Kamchadka o quedará como una más de las teorías de conspiración?
Puede ser, o puede que no, pero desde hace algunas décadas se están haciendo pruebas con esa tecnología a ojos de todo el mundo. Esas pruebas se conoce como los “crop circles” y son diseños complicados que aparecen en los cultivos de trigo en Inglaterra y Europa, como si hubiesen sido diseñadas con computadora.
Espero que tras decirles a mis dos o tres lectores lo anterior, no apunten el Grazer hacia mi humilde casa y la vuelen sin dejar rastro alguno.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “No me trasladé hasta este lugar a corroborar si me es posible, sino por la certeza me traslado”. (No vengo a ver si puedo, sino porque puedo vengo).