Por Pegaso
En el Top Trending de estos días destaca el nombre del conocido jugador de futbol mexicano “Chicharito” Hernàndez.
“El Chicharito”, de ser una gloria nacional, de pronto se convirtió en el hazmereir de México por la ocurrencia de decirles a las mujeres que durante la boda se vistan de blanco para que su atuendo combine con los electrodomésticos.
Craso error. Las ultrafeministas y la Generación de Cristal se le fueron a la yugular, tachándolo de machista, misógino, retrógrado, puritano y conservador.
Luego la Presidenta Claudia Shikitibum entró en la polémica diciendo que las mujeres pueden ser lo que ellas quieran y que tienen los mismos derechos que los varones.
Debo decirles que en un blog que tenía “El Chicharito” con su couch de vida, Diego Dreyfuss, abundaban los comentarios machistas, lo que lo obligó a abandonar ese proyecto, sobre todo cuando su vieja lo dejó.
Entre otras chuladas, el jugador de futbol decía: “Ustedes, las mujeres, necesitan aprender a aceptar y honrar la masculinidad”, o “Quieres que un hombre te provea, pero para ti la limpieza es una opresión patriarcal… interesante”.
En primer lugar, no creo que nadie necesite tener un “couch de vida”. Ese es un invento para sacarles dinero a los inadaptados y quejumbrosos.
En segundo lugar, el “Chicharito” tiene algo de razón, pero no en la forma en que lo dijo.
Yo, Pegaso, amo a la mujer por el simple hecho de serlo. Una mujer me parió. Me casé con una mujer. Tengo un hijo varón, pero también una bella hija.
Pero sé que biológicamente hombre y mujer son diferentes. Complementarios, para ser precisos.
Los gametos de una complementan a los del otro. Uno posee más fuerza física y la otra mayor intuición.
Quien dice que mujeres y hombres son iguales, está rotundamente equivocado/a.
Hagamos un experimento: Van un hombre y una mujer en un transporte público repleto de personas, sentados de frente.
El hombre cruza los pies y la mujer lo imita. El hombre se rasca la barbilla y la mujer hace un gesto parecido. El hombre voltea la cabeza, y la mujer hace lo mismo. El hombre se quita un zapato y la mujer igual.
Las cosas cambian cuando el hombre se quita la camisa y queda con el torso desnudo. Ahí, la mujer ya no seguirá con el juego, porque hay una diferencia entre ambos. Al hombre lo enseñaron desde niño que no era malo mostrar su cuerpo de la cintura para arriba. A la mujer, por el contrario, la condicionaron para ser recatada, pudibunda, reservada, cauta, circunspecta, ingenua, pura, cándida, discreta y candorosa.
El mundo fue así y éramos felices. Cada quien tenía un rol. La necesidad de tener dos trabajos y la facilidad para las mujeres de acceder a niveles más elevados de educación las sacó del hogar y en cierta medida, conquistaron los ámbitos que hasta entonces pertenecían casi exclusivamente al varón.
Las leyes tuvieron que adecuarse para darles igualdad jurídica. Aún así, al menos en México prevalecen situaciones de discriminación hacia la mujer, como el hecho de que no se le pague igual que a un varón por el mismo trabajo desempeñado.
No sé. No sé. Yo todavía disfruto de llevar a mi dama al cine, a cenar o a comernos un helado, pagar yo la cuenta, abrirle la puerta del coche y regalarle flores sin que sea una ocasión especial.
Y ella, hasta ahora no se ha quejado.
Consejo para “El Chicharito”: Deja de decir tantas estupideces y despide con una patada en el culo a tu “couch de vida”.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso, cortesía de Arjona: “Féminas, ¿qué opúsculo habría pergeñado Neruda? ¿Qué escenas habría trazado Picasso si carecieran de existencia tales inspiraciones?” (Mujeres, ¿qué hubiera escrito Neruda? ¿Qué habría pintado Picasso si no existieran musas como ustedes?)
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