Por Pegaso
Hoy, viendo un artículo de MSN intitulado “Así fue el terrible final del hombre que se hizo viral en Guadalajara por encontrar un hada real”, recordé aquel caso ocurrido, si no mal recuerdo, entre el 2013 y 2014, aquí, en Reynosa.
El artículo decía que el influencer conocido como @Lonrot revivió el caso de un albañil de Guadalajara llamado José Maldonado, quien afirmó haber encontrado un hada real.
Aunque en aquel tiempo las redes sociales apenas estaban en pañales, el caso se “viralizó” en los medios convencionales. Salió en programas de televisión, en programas de radio, en periódicos y hasta en revistas. A todo mundo engañó.
A su casa, donde la tenía en un taburete dentro de un frasco de formol, llegaban cientos de personas que pagaban por ver a la supuesta hada, hasta que alguien un poco más inteligente descubrió que se trataba de una muñequita que había sido comprada en un tianguis.
Varios años después se repitió el caso en Reynosa.
Un presentador de una estación de radio local recibió la noticia de que en el ejido El Guerreño unas personas habían atrapado a un cheneque, una especie de duende.
Ni tardo ni perezoso, fue hasta el lugar, donde una persona tenía en un frasco cerrado herméticamente una especie de figurilla de no más de diez centímetros, de aspecto extraño y con un mechón de pelo en la cabeza.
“Mire, hasta se mueve”-decía el propietario del “cheneque”, mientras agitaba el frasco de un lado para otro. Y cómo no, si la refracción del vidrio hacía ver como que la figura tenía movimiento.
El “cheneque” fue noticia durante varios días, hasta que otro reportero -creo que se llamaba Pegaso- hizo la observación: “Es un troll de los que venden en las tiendas de juguetes”. Y se acabó el encanto.
El caso del albañil de Guadalajara terminó de manera trágica.
Luego que la gente se enteró que había pagado por ver un juguete, José Maldonado no pudo salir a la calle por mucho tiempo por temor a ser linchado.
Finalmente, cuando se atrevió a poner un pie fuera de su casa, fue asesinado de un balazo.
Por fortuna, el caso del “cheneque” del ejido El Guerreño no terminó de manera tan drástica, pero pronto pasó al olvido.
No dudo que el fenómeno se haya replicado en algunos otros lugares del país, luego de conocerse lo de la hada de Guadalajara, porque es algo muy intrínseco en el ser humano lo de querer repetir lo que hacen los demás para traerlo como novedad.
Recuerdo la oleada de vírgenes que ocurrió allá por los noventa.
En uno de los taludes recubiertos con cemento del canal Guillermo Rodhe, a unos metros de la entrada a la colonia El Olmo, alguien creyó ver la figura de la virgen de Guadalupe en las marcas de escurrimiento del agua.
Luego de varios días de circular la noticia boca por boca, salir en algunos medios y reunir en el lugar a decenas de personas, a alguien se le ocurrió organizar una coperacha y se construyó ahí mismo una pequeña capilla en su honor.
Casi por las mismas fechas, en la colonia Benito Juárez, se descubrió en la corteza de un árbol una figura ovalada que recordaba mucho a la misma virgen. Recuerdo que iba mucha gente a rezarle y a prenderle veladoras. Como siempre ocurre, se hizo la colecta entre los creyentes y se construyó otra capilla ahí, junto al árbol.
Resulta que alguien había dibujado meses o años atrás algunos trazos en ese árbol y con el paso del tiempo la corteza cicatrizó, hasta formar la figura que todos vieron.
Hadas, cheneques, vírgenes. Todo forma parte de un fenómeno del folclore popular que se deriva de la necesidad de creer en cosas supraterrenas o sobrenaturales.
Viene la frase estilo Pegaso, cortesía de Santo Tomás apóstol: “Observar para discernir”. (Ver para creer).

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